“No confeti, tiza o cintas fibrosas, sino dulces: chocolates, golosinas, peladillas, caramelos. Toneladas y toneladas de dulces: cofres, cajas, barras de chocolate negro, repostería, manjares, gianduias, crujientes, turrones, cremini. Cada vagón está equipado con una regurgitación de más de diez quintales. (…) Esto también va creciendo, del homenaje al arrojo, a medida que el desinterés, la amabilidad, la liberalidad, la amplitud adquieren calidez; de la cortesía, a la tormenta, a la furia, en una multitud, en un torbellino, una granizada, un ciclón: desde el beso sazonado hasta la herida herida lacerada. Una amiga mía … se salió de la multitud tan comprometida que tuvo que casarse después de unos días. Solo uno, se dice, un héroe, un temerario sin máscara ni casco, logró (pero ¿es realmente cierto?) Ir río arriba de la corriente humana y llegar a un avituallamiento, perdiendo solo un pantalón y un zapato. Lo cierto es que los que regresan hablan como un superviviente, un veterano ”.

(Fabio Tombari)